How To Style A Beanie - Tips For Winter Adventurers
Learn how to stay warm and cosy in style with our guide to how to style a beanie. Discover looks and style tips for a range of winter activities.
Written by Alex Clasper /
Por Gee Jackson @GEEADVENTUROUS
Ralph Waldo Emerson tiene la fama de haber escrito: “la vida es un viaje, no un destino,” así que ten paciencia conmigo en éste ya que jamás había vivido esto de una forma tan profunda hasta que remé 268 kilómetros sola de costa a costa por los canales y ríos increíbles de Inglaterra y en tan solo 5 días. Además, con casi ningún entrenamiento (¡haz lo que digo, no lo que hago!) y con una tabla prestada que solo había utilizado en una ocasión.
En el instante en que, en algún sitio cerca de las dársenas de Liverpool y poco después de las 6 de la mañana, dejé atrás el borde de hormigón del canal, sentí como si hubiese llegado.
Los cascos urbanos crispados iban convirtiéndose en las afueras bonitas y pronto logré dominar la técnica “barriga sobre la tabla” de flotar por debajo de los puentes giratorios. En el centro de Liverpool un par de personas interrumpieron su paseo pausado de un sábado por la mañana a preguntarme de dónde venía y hacia dónde me dirigía. También hubo intercambios de saludos con algunos ciclistas y otros usuarios del canal por el camino. Me di cuenta muy pronto de lo mucho que me había hecho falta este tiempo a solas y lo cómodo que me sentía en al agua de forma natural. Me detuve a comer en un pub de la orilla sobre las 3 de la tarde y por primera vez en este viaje me tocó recordarme que de verdad esto estaba pasando. Sí, lo estaba haciendo de verdad. Por fin estaba de camino.
Hacía un día precioso y, aparte de las manadas de patitos con quienes me encontraba cada rato, tenía todo el canal solo para mí. Me invadieron sensaciones de paz y me parecía tan catártico el solo seguir remando a través de la serenidad.
Encontré mi primera esclusa cerca de Wigan y el sol ya empezaba a ponerse sobre el primer día de mi aventura costa a costa de paddle surf. En una tabla prestada. Con casi nada de entrenamiento. No quería agotarme en el primer día, así que cuando la luz ya empezaba a menguar y habiendo recorrido más de 53 kilómetros, paré. No acababa de entender cómo hubiese logrado llegar tan lejos tan pronto. No me había esforzado al máximo, pero tampoco había aflojado durante el día. El agua ya me había aportado una perspectiva distinta sobre las cosas – tanto figurativamente como literalmente – y estaba muy agradecida de que el cuerpo aún se sintiese fresco. Gracias al primer día, el viaje entero ya me parecía un éxito y en algún lugar por el camino por fin me había dado cuenta del verdadero sentido de aquella frase “disfruta del camino.” Una voz en mi mente me decía que los 7 días por terminar se podían convertir en 5.
El segundo día me costó mentalmente.
Tenía que conquistar 3 series de esclusas si quería seguir con el ritmo de los días de 50 kilómetros: Wigan, Chorley, y Blackburn. Las zonas urbanas jamás han sido muy de mi agrado y tener que desinflar la tabla, luego subir por los escalones cargada con todo sobre los hombros, luego volver a organizar todo al otro lado, era trabajoso y pesado. Encima había bastante viento de cara y maleza en el canal, así que en definitiva las condiciones no eran ideales. No obstante, al salir de Blackburn el campo volvió a aparecer y yo volví a encontrar la alegría de esta aventura. Siempre enseña humildad que algo o alguien te hace recordar hasta qué punto el privilegio de disfrutar durante un viaje así puede impactar en tu rendimiento.
Ahora me encontraba oficialmente a mitad de camino hacia Leeds. Me habían empezado a doler las manos de tanto agarrar el remo, pero asombrosamente el resto del cuerpo aún se sentía bien. Ya estaba pendiente de lo que me esperaba en la siguiente etapa del camino. Lograr mi objetivo suponía atravesar 2 túneles (además de otra serie de esclusas) en las siguientes 24 horas, uno de ellos, Foulridge, manejaba un sistema de semáforos, se extendía por casi una milla, y era el túnel más largo del país que permite el paso a embarcaciones de propulsión humana.
Un par de peatones me llamaron “fuerte,” algo que normalmente descarto ya que no destaco en nada, solo soy muy buena en seguir adelante y no rendirme. Sin embargo, la tercera vez que sucedió, me empecé a pensar: “¿sabes qué?” Claro, la determinación desempeña un papel, pero había recorrido más de 100 kilómetros del canal en condiciones no ideales en tan solo 2 días y con muy poco entrenamiento, así que estaba dispuesta a aceptar que sí, tal vez era fuerte, y esta revelación me molaba bastante en aquel momento del viaje.
Aún estoy aprendiendo a querer algunas partes de mi cuerpo y es algo que, igual a mucha gente, siempre me costará hacer, pero no cabe duda de que haya aprendido a quererlo en su totalidad tanto por sus capacidades como por sus defectos y todo.
Desde fuera, este día probablemente fue el peor del viaje. En este día dejé atrás la primera mitad del camino pasando por el punto más alto del canal, y salí de Yorkshire para llegar a Lancashire.
Había 2 túneles (¡al inicio una novedad, pero pronto se volvieron aburridos!) y más series de esclusas, sin mencionar los rasguños de una pelea con un cisne sumergido que no me noté hasta después de lo sucedido. También hubo recuerdos inesperados de mi difunta madre (falleció hace 10 años), un momento en el que proclamé mi amor por mi tabla y la llamé Caru, así como acosos de hombres en furgonetas blancas, y por último cosas perdidas como los ganchos y las aletas de mi tabla SUP. Envolví mi cuello en banda adhesiva para evitar que se frotase contra el cinturón de aire, también envolví las manos para ayudar a impedir que las empollas se empeorasen. Sumamos a todo esto, un poco de lluvia, más viento de cara, y ya me entenderás cuando te digo que no todo fue viento en popa.
Llevaba ya varios días durmiendo unas 5 horas por la noche y aquel día fue cuando realmente me empecé a sentir cansada después de la subida de adrenalina de los acontecimientos de la mañana. Me di cuenta que me costaba levantar los brazos por encima de la cabeza tan tensos estaban los tríceps. Pero estaba más o menos un día entero antes de lo previsto en mi plan de 7 días, lo cual consideraba un triunfo.
De un modo extraño, enfrentarme a las dificultades era justo lo que quería de este viaje, además tener la fortuna de poder ver las lechuzas, ratas toperas, venados, liebres, y desde luego el ganado y las aves acuáticas, así como ver el uso que hacían de nuestros preciosos canales, lo hizo incluso más especial.
Llegada la hora de parar para comer, al abrir la puerta de un café ribereño, vi por la ventana el reflejo de alguien que se parecía un surfista y me emocioné ante la posibilidad de conocer a otro surfista en el canal ya que aún no me había encontrado con ninguno. Tardé un segundo en darme cuenta que fui yo. El reflejo era mío y fui yo la que se parecía surfista. Curiosamente, en aquel entonces, cualquier síndrome de impostor por sentirme no lo suficientemente buena o experimentada como para emprender este viaje, simplemente se desvaneció. Ya no me quedaba dudas. En aquel instante, supe que pude lograr esto.
¡La tercera parte viene pronto!
Para seguir más de las aventuras de Gee, síguela en Instagram @GEEADVENTUROUS
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